He aquí una mano sosteniendo la dignidad del amor
He aquí que nunca te voy a olvidar
que no volveré a hablarte nunca
He aquí el verdadero amor que no necesita ser correspondido
He aquí que estás conmigo aunque yo esté en ningún lugar
He aquí la distancia del adiós infinito que se repite como una plegaria
He aquí los arroyos confitados del silencio
He aquí las hebras de tu nombre que no volveré a fumar
He aquí las pesadas montañas que arrendaron un espacio blanco en mi memoria,
la marea silente del discurso que pretende destejer los puentes que tejimos
para que no se oyeran nuestros furtivos encuentros
He aquí que vos y yo no somos nada
He aquí que somos menos de lo que una vez fuimos.
He aquí un espíritu engrasado por el manoseo de las mentiras
He aquí un hombre atormentado por la verdad
He aquí el tiempo de nunca más
He aquí la materia putrefacta de la soledad
He aquí todo aquello que concluye tenue como lluvia de verano
mientras se observa la quietud sin estrellas del teatro hogareño
He aquí un corazón minado, perceptiblemente en calma.
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