jueves, 28 de octubre de 2010

Poemazón

En la madrugada es que me encuentro
pero no creceré junto con el día
me habré quedado dormido
a las puertas del alba.

Cuando ella afila el silencio
para rebanar los gorrionemas
poemajaros que le escribo.

Hay un punto de luz sobre el cristal
el reflejo de mi cabeza fumando
como el rojo de un poemazón.

Prometió hacerme sufrir
y ella nunca falta a una promesa.

sábado, 23 de octubre de 2010

La casualidad

a Carito

Me dijiste que dejando todo en manos del azar este no hacía que nos crucemos…y yo te digo que el azar es eso que pasa todos los días, pero lo que ocurre es que hay que estar justo en medio para que nos toque…en todo caso…arreglado el problema (a las 13hs.) te escribí esto. Espero te haga reír.


La casualidad puede ocurrirle a dos personas que suelen asistir a un mismo sitio a diferentes horas y que por alguna razón un día uno de los dos se retrasa y coincide con la otra…por ejemplo:

Un enorme nubarrón en el cielo y fuertes ráfagas de viento amenazan tormenta. Con un 80% de probabilidades de lluvia gran parte de los transeúntes (odio esa palabra) empuña sus paraguas cual espadas. De repente el cielo descarga una gota. Sólo una. La desilusión de los rostros quita importancia al fenómeno. Habría que pensar que una gota es tan difícil de crear como un millón de ellas. Sigue siendo, después de todo, un fenómeno digno de la física.

En fin, a lo que íbamos...

Esa sola gota que acaba de escupir el cielo, cae sobre el cristal de una ventana del edificio de la calle perico Pérez. Es una gota saludable de vientre plateado pero que, a medida que se desliza sobre el cristal, va perdiendo mucho de sí. El ejercicio afecta a las gotas casi de manera inmediata. Debe ser por eso que rara vez se vean goterones.

La gota se suelta y cae sobre el toldo del balcón del primer piso que, precisamente, el día anterior fue encerado por su dueño (Tengamos en cuenta que es verano y hay que protegerlo de los insistentes rayos del sol). Así que la gota, ni bien toma contacto con la superficie encerada, baja ligera como un rayo.

Un hombre, que en ese preciso instante (en un relato sobre la "casualidad" son muy importantes los términos como..."de repente" "en ese preciso momento" o "precisamente") pasaba por debajo del toldo, alza la vista y la gota cae dentro de su ojo izquierdo (Siempre es un misterio el por qué de que un hombre alce la vista cuando pasa por un edificio. Algo que de todos modos no nos compete a nosotros desvelar).

Lo que ocurre cuando la gota impacta sobre el ojo izquierdo del hombre es algo que se puede deducir fácilmente. El hombre se lleva ambas manos a la cara (con una habría bastado) y a ciegas sigue avanzando hasta tropezar con un perro, que en esos momentos paseaba su vida de perros repleta de pulgas por la calle perico Pérez. El perro que lanza un aullido lastimero, el hombre que tropieza y cae de bruces…el perro que sale disparado…la gente que se gira a mirar sin detenerse (será porque enseguida notan que el hombre va a levantarse por sus propios medios)…y efectivamente, el hombre se incorpora lentamente sin mirar a su alrededor, profundamente apenado por lo que acaba de sucederle…avergonzado! (El hombre tiene la extraña costumbre de sentirse avergonzado por caer delante de sus semejantes, pero seguramente ese mismo hombre no se sentirá avergonzado de sus canalladas, las cuales lleva a cabo con premeditación. Si preguntásemos por ahí, a los testigos de la caída, a los que no han corrido en auxilio del desafortunado o que, simplemente, no se han acercado a preguntar siquiera si se había hecho daño…si a esos mismos les preguntásemos si no se sienten avergonzados por su actitud, seguramente responderían que no).

Finalmente…Raúl que en ese momento tenía que acudir a la biblioteca, tumbado en el sillón, apenas si se hace eco del ladrido del perro (a decir verdad, ni siquiera se entera de lo ocurrido. Toda una casualidad, no?). Visiblemente intrigado cambia de canal y se dice que como han anunciado lluvia mejor se quedara en casa e irá más tarde a la biblioteca. Precisamente (otra vez el término mágico, indubitable protagonista del relato) a la hora en que Julia quedo en encontrarse con unas amigas de la universidad.

El resto no será ya casualidad. El resto será o no será, como consecuencia de una suma de creencias y costumbres.

Casualidades y misterios de la vida humana.

jueves, 21 de octubre de 2010

(.)

Se blanquea la soledad con la semántica del trueno en el cuartito que comparte con la amargura. Cortinitas de encaje a la hora de la siesta con martillito en mano clavan clavitos en el cariado silencio bajo las prisiones de los rostros cerrados de la tribu de las vides o por el engrasado ronquido del hombre blanco/

El niño desencantado de la vida rabioso se retuerce de huecos taciturno y se llora/

En la parada del metro el áspero reflejo de uno mismo proyectado sobre la babel que corre entre raíles te absorbe como tabardillo/ funesto cuaderno/ floraciones del arroyo/ y se va tu inútil cuerpo (ahí es que se va) sin pagar peaje por el atajo dulce del campanario/

Finalmente suspiras bajo el hechizo de unos ojos grismente grises como el relámpago del naufragio que te arranca una recóndita carcajada para que las sombras que se despliegan de tu felicidad te abracen como camisa de fuerza sobre un fondo de herraduras mientras alguien toca “ Nessun Dorma”/ es el lúgubre rayo sincopado de la riqueza lo más parecido a un beso de mujer que jamás llegaras a sentir.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Paisajes II

Mes embarrado de encajes
y acristalado eco de cosecha
estirpe de los días en peaje
melodía de níquel en letanía
Caigo ante ti
astillado y sin piernas
porque sólo tu
podrás reconstruir lo que de mí
yace entre ruinas.

Del saber de las cucharas y las sillas IV

Cuando las sillas proyectan su costura de sombras
y el camello luce nórdicos colores
como el ardiente salto del equilibrista
un nombre escrito por intermitentes sílabas
exige de mí el brillante
juego de luces que no tengo.

Pecado Capital V

Como un faro victorioso y coronario
el sacro escudo de incienso
desciende sobre la bicóncava herida de cromo
que fermenta en mi postrero antebrazo
cariado por las eyaculaciones del sol.

Paisajes I

En los largos meses huérfanos de sol
Cuando la limosna de las gaviotas
Naufraga en los arroyos,
Rompe el vacio la artesa del trueno
Con suspiro investido que ahuyenta mendigos.

domingo, 10 de octubre de 2010

Del saber de las cucharas y las sillas III

HUMO que ladras a través
de las lúbricas cabezas de ballena.
acrobática exhalación de dios,
cristalina ceniza de las aguas,
lapida que envuelves de oración,
de nubes el desfiladero de los despeinados
perdidos y vacilantes
con arpegios de equipaje.
Dulce humo denso que ladras a través
de las lúbricas cabezas de langosta
embotéllame en el vacio ojo de nuestro señor
o en la profunda bahía sin huellas.

Del saber de las cucharas y las sillas II

PRÍNCIPE que se desliza por entre ruinas
y vacilantes articulaciones de madera;
a través de densas emanaciones de araña;
de las columnas de lino en llamas
y arpegios que anuncian el tedio
de las blancas cabezas de lámpara
congregadas sobre el pedernal
como la niebla sobre las lapidas
en una fría mañana de diciembre.

Del saber de las cucharas y las sillas I

EL MONO amarrado a la silla
predica su espoleada desesperación
en forma de grandes bloques de luz
brillante
que se vuelven ceniza en las venas del amor.

001

En todo poema
existen sombras malabaristas
oigamos pues en silencio su danza
acariciemos pues con las pestañas
la cálida luz de sus gestos
la dulce claridad mortal
con que nos traspasan.

Pecado Capital IV

Las prisiones comunes del resplandor
me han hecho esto que soy:
Un hombre intermitente.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Pecado Capital III

La piedra sabe
que una sola grieta
corrompe al marfil
como un gusano de luz
dibuja curvas
en la estrecha penumbra.

Pecado Capital II

Lúbrico reloj
donde la urgencia resbala
y la cuchara arremete al nervio
con violencia quieta;
luminoso equipaje
vacilante torre del tedio.

Amar quemar las naves

Quemar amar las venas.

Pecado Capital I

Horadar el pecho hasta el límite de la oración.
Hasta hallar tú nombre en el desierto
y un viento de lino descubra las huellas
que los camellos robaron a tu paso
entonces sí podrás ver
bajo una lluvia de tejas
ballenas ardiendo gaseosas
resplandecientes sobre el mar.

El Modo

este que se arrastra por las calles entre la gente el que se pasa el día llorando en un cuarto oscuro deseando estar muerto no soy yo ahora ...