A las siete de la tarde soy un hombre tranquilo. No así el resto del día pero sí a las siete de la tarde. Puedo sentarme a la ventana y encender un cigarro y quedarme mirando sin pensar en nada, como una fina telita contra el viento, mientras el sol sigue trabajando a su tardecita de verano. A las siete de la tarde yo estoy limpio de pecados mientras a las cosas le empiezan a crecer las sombras. Desde el alma saltan las sombras de las cosas todas.
A las siete de la tarde nuestro amor sin sombras.
A las siete de la tarde nuestro amor de las dos de la tarde. ¿Sabes?
A las siete de la tarde me siento a la ventana. Enciendo un cigarro. Me cuento a mí mismo que te tengo. Me digo como eres y enumero los recuerdos. Uno a uno los voy tendiendo por la casa. O enciendo una velita que me ilumina con tu luz. A las siete de la tarde el aire es una trampa. Nuestro amor aletea por mi cuarto y canta.
A las siete de la tarde vos estás sin mí y yo no soy nada.
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