sábado, 8 de enero de 2011

Esperanza

Quería verla. Que se desnudara, le dije. Le pedí que se desnudara para mí. Que me dejara ver cómo era. Que me enseñara de qué manera. Primero la izquierda y luego la derecha. Cuando la noche llega fría y todas las ventanas de todas las casas se cierran a la vez. Cuando el silencio es yerba que crece en la boca de los hombres y los ojos miran desesperados en señal de socorro. Cuando la muerte es la única carta que queda en la baraja. Sólo la visión de una mujer desnuda puede salvarnos. Se lo dije pero no entendió. Me dedico una sonrisa y se perdió entre el humo. Yo seguí bebiendo. Qué otra cosa podía hacer.

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